Opinion

Los sabores que cambian la vida

Published on 14 March 2016

La volatilidad en los precios de los alimentos afecta, en las sociedades modernas, a la producción de alimentos sanos y a los habitos alimentarios de las personas y la vida misma. Esto constatamos en la investigación La Vida en los tiempos de volatilidad de los precios de los alimentos, desarrollada por 4 años en 10 países en el mundo y el liderato del IDS y OXFAM.

La disminución de la producción agrícola, el cambio en el uso del suelo y la urbanización creciente sobre suelos rurales son la respuesta a la incertidumbre a la que somete la FPV a los agricultores.

En las zonas urbanas pobres la gente siente que la volatilidad de los precios de los alimentos exige que, para mantener su mesa con alimentos, requieren trabajar más  y cambiar sus habitos alimentarios. Esto pasa en Bolivia, en Cochabamba, otra hora el “granero de Bolivia” el proveedor de granos, hortalizas y tubérculos más importante del país.

Hoy, Cochabamba se caracteriza por tener calles atestadas de oferta de comidas rápidas de todo tipo.

La proliferación de puestos de venta de comidas es también parte de las estrategias de la gente para asegurarse alimentos

La situación se agrava cuando la elaboración de alimentos, los conocimientos, la tecnología y los roles que juegan las personas en la unidad familiar se alteran al grado que muchas familias dependen del mercado, de la oferta callejera para satisfacer, no solo sus necesidad biológicas de alimento, sino la necesidad de pertenecer a un mundo que los discrimina por comer comida de indios.

Los sabores de la comida chatarra ya son parte de un gusto adquirido especialmente por la gente en edad laboral, los jóvenes y niños que tienen a mano ofertas parar todo bolcillo, de pollos en todo tipo de preparado, hamburguesas, salchichas y comidas criollas fritas y de alto contenido graso, que se encubren en el prestigio  reivindicado por los medios de comunicación y el decir popular, de ser Cochabamba la capital gastronómica del país.

Obviamente no solo por esta comida, sino por la oferta de abundante comida criolla e internacional.

La comida callejera y los sabores callejeros

Es tan generalizado el consumo de comida callejera que las estadísticas de salud presentan con preocupación datos de obesidad alarmantes, intoxicaciones masivas en colegios y otros establecimientos. Estas estadísticas muestran por ejemplo que 4 niños de cada diez son obesos, que cada  persona toma 94 litros de gaseosas al año y que su presupuesto en comida es más del 60 o 70% de sus ingresos.

La gente pobre que no puede mantener este tipo de consumo en las calles es discriminada y se retrae a lugares más alejados de los centros urbanos, trata de adaptar su cocina a los sabores callejeros o hace esfuerzos para “premiar” a su familia ahorrando dinero para, en ocasión especial, llevarlos a comer a una pollería.Ellos han asumido el consumo de salsas como la mayonesa, el Ketchup, la mostaza, pasta de tomate industrial y aditivos como el glutamato monosódico junto a otro tipo de alimentos con alto contenido químico y de precios relativamente bajos en los mercados locales como una estrategia de imitar los sabores deseados.

Las consecuencias de estos cambios en el consumo alimentario son detectadas en la salud, las enfermedades gástricas son alarmantemente frecuentes en la población joven, que consume arbitrariamente todo tipo de antiácidos y otros medicamentos para el estómago.

La presencia de tipos de cáncer y otras enfermedades en el área rural se han incrementado y han sido detectadas en los tres años de investigación por los relatos de la gente.

Los cambios en la vida de la gente son más alarmantes

Los cambios en la vida de la gente son más alarmantes, en nuestro estudio hemos identificado familias que dejan a sus hijos por meses, para ir a trabajar fuera de su lugares de origen o de vida, los niños y jóvenes quedan solos, o al cuidado de algún pariente y, aunque tiene alimentos en casa, comen lo que pueden en las tiendas de barrio, restaurantes de comida rápida, puestos de comida en la calle o en los colegios  donde la oferta de comida chatarra y snacs es abundante.

Los jóvenes en el campo ya no tiene perspectivas de ser campesinos, su ideal es vivir como en las ciudades, por eso la mayoría estudia en institutos técnicos y universidades carreras alejadas de lo agrario.

Las mujeres, pese a todo, siguen siendo quienes garantizan la alimentación de la familia, para ello nos mostraron diversas estrategias de compra y organización de la canasta familiar, sin embargo todo es más rápido y de poca elaboración, ya no tienen el tiempo para cocinar comidas tradicionales que requieren más tiempo de elaboración, porque tiene que salir de casa a trabajar.

No existe responsabilidad social local sobre este tema es considerado un tema privado de cada familia.

Mientras que el Estado con su política de “VIVIR BIEN” hizo diferentes esfuerzos para evitar la escasez de alimentos y tratar que ciertos productos de la canasta familiar, de origen industrial, no eleven su precio y también dar subsidios  alimentarios a madres gestantes y desayuno escolar a niños de la escuela y otras medidas, no pudo evitar que a nivel del campo, de la vida cotidiana, se deteriore la calidad  de vida y la pertenencia social. “Dime que comes y te diré quien eres” es el artículo que intenta mostrar esta realidad en voz de la gente.

Hace pocos días el Estado promulgo la Ley de Promoción de Alimentación Saludable, que intentara superar el deterioro en la calidad del consumo alimentario promoviendo educación e información sobre la oferta y el consumo alimentario.

Lo que vimos en el campo nos pone pesimistas sobre si la educación y la información serán suficientes para superar el deterioro de la vida de la gente, cuyos habitos alimentarios y posibilidades de alimentarse bien, dependen en gran medida de un mercado y oferta poco escrupulosa y las posibilidades de la gente, garantizarse ingresos monetarios.

This blog was by Rosario Léon, Associate at the Center for the Study of Economic and Social Reality (CERES) in Cochabamba, Bolivia. It was translated into English by Alex Wanjiku Kelbert and edited by Emilie Wilson. The blog is based on the recently published IDS Bulletin article Tell Me What You Eat and I’ll Tell You Who You Are’.

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The views expressed in this opinion piece are those of the author/s and do not necessarily reflect the views or policies of IDS.

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